Sé Feliz Con Tú Nariz

Imaginen que llegan de visita a casa de la abuela, y al entrar no son atraídos por las docenas de retratos que tiene en sus paredes ni las carpetitas de macramé que cubren prácticamente cada mueble en la casa. Son distraídos por una sensación aún más poderosa. Inhalan profundamente y detectan el aroma de tortillas recién hechas, la canela de un rico arroz con leche, o masa tierna de unos tamales cosiendo en la estufa. Al oler esos aromas tan familiares, cierran los ojos y son transportados inmediatamente a años atrás cuando eran niños en su pueblo. Bueno, eso solo es un ejemplo. Cada quien tendrá sus propias experiencias y recuerdos; lo importante aquí es que no se requirió ver una fotografía para activar ese recuerdo, si no que el simple olfato bastó para reconocer el aroma e hizo que la mente sintiera que se encontraba en el lugar donde originó tu conocimiento de esa información olfativa.

El sentido del olfato en los humanos ha sido considerado insignificante a comparación de otros sentidos como el de la vista y el oído. Y efectivamente, los humanos solemos depender de la vista principalmente para guiarnos por el mundo. Si oliéramos humo o alguna fuga de gas o algo de humo, buscaríamos la fuente de donde proviene ese aroma. En cambio, si viéramos un incendio huiremos rápidamente o buscaríamos con que extinguirlo. A pesar de que el olfato había detectado el incendio, la reacción ocurrió hasta que la vista lo confirmó. Ya lo dice el dicho, ver para creer. Por otro lado, cuando se nos viene a la mente un perro, un gato, o algún otro mamífero, nos lo imaginamos guiándose por el mundo por medio de su olfato. Pero es de esperarse, ya que el olfato de los gatos es 15 veces más potente que el de nosotros los humanos, ¡Y el de los perros es, por lo menos, 10,000 veces más potente!

Concurrente a estos datos, solo el 0.01% del cerebro humano está dedicado a la procesión del olfato. 

Definitivamente, a comparación de los perros, los humanos somos seres dominados por la sensación de la vista. Sin embargo la capacidad que tiene nuestro olfato para interpretar el mundo es excelente y, en ciertas formas, comparable al de esos animales con olfato dominante. La distancia al cual el olfato humano puede detectar olores es corta, pero cuando se trata de distinguir diferencias entre aromas es muy eficaz. Años atrás la universidad de Berkeley, California condujo un experimento en el que pusieron a prueba la capacidad de la nariz humana para seguir un rastro exitosamente. Los investigadores tomaron una cuerda de 10 metros remojada en esencia de chocolate y la arrastraron por un campo de pasto, dejando así un rastro de esencia de chocolate. Los participantes usaron guantes gruesos, vendas para los ojos, y tapones de oídos para evitar que detectarán el rastro por algún medio que no fuese el olfato. Andando de rodillas olfateando el pasto como un buen perro policía, de los 32 participantes, 21 de ellos lograron seguir el rastro completo. Este experimento fue el primero en demostrar que los humanos pueden rastrear con tan solo el uso del olfato. 

A pesar de las limitaciones de nuestro sentido del olfato, nuestra humilde nariz humana posee la potencia necesaria para permitirnos experimentar el mundo con plenitud y sin ella nos perderíamos de una multitud de experiencias. De hecho, conocemos la lengua como el órgano responsable por el sentido del gusto, sin embargo, el olfato juega una gran parte en lo que tenemos conocido como sabor. Recuerden la última vez que se enfermaron de gripe y sufrían de inflamación nasal. ¿A qué les sabía la comida? Aunque creemos que los sabores que distinguimos como una salsa picante, un helado dulce, o un un limón amargo, la verdad es que lo que la lengua detecta es precisamente eso: la sensación amarga, el dolor del picante, y la suavidad del dulce. Lo que nos permite detectar la distinción entre un limón amargo pero sabroso y leche amarga que ya está vencida, más que nada es resultado del aroma que se acompaña al consumirse y, por lo tanto, se asocia con la sensación amarga en la lengua. De hecho, es común que personas ancianas terminen en salas de emergencia con infecciones estomacales graves, ya que la pérdida del olfato los lleva a consumir comida caducada o dañina. En algunos casos la infección puede ser tan grave que resulta terminal. 

Así que, ¿qué opinan del olfato ahora? Quizás no nos pondremos a olfatear para encontrar el chamaco que se nos perdió en el mercado, pero aprovechemos de este don tan especial y disfrutemos de la multitud de aromas que nos rodean día a día.   

Rocio Olvera es estudiante de doctorado en neurociencia en la Universidad de Reno, Nevada. Graduada con licenciatura en Psicología de la Universidad Estatal de Sacramento, California.